CUÍDATE DE TI MISMO

Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios por Jesús Cristo señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado. (Romanos 7:21-25).

La mayoría de asistentes a las iglesias han sido enseñados de tal manera que les han hecho creer que al venir a la fe, todos sus problemas desaparecerán y que ahora al ser una nueva criatura, las cosas malas cambiaran como por arte de magia, inclusive las cosas malas que hay en nosotros mismos.

Lo que la Biblia enseña es que venimos del mundo con una vida viciada, de la cual debemos despojarnos nosotros cada día:

«Por eso, deben ustedes renunciar a su antigua manera de vivir y despojarse de lo que antes eran, ya que todo eso se ha corrompido, a causa de los deseos engañosos» (Efesios 4:22 Dios Habla Hoy).

Y sí, Dios nos ayuda en nuestras debilidades, pero al final, como usted puede leer, el apóstol Pablo nos enseña que la responsabilidad de cambiar y tratar de ser mejor cada día, es únicamente de nosotros.

Lamentablemente, algo que no ayuda a la mayoría de creyentes a tomar esa responsabilidad, es que se les ha enseñado que todo el cambio lo hace Dios en la persona en el momento que «aceptaron al Señor».

Pero a continuación veremos lo que en realidad nos muestra el apóstol Pablo, y es que ser cristiano no te convierte en alguien perfecto, sino que cada día tenemos batallas, y contrario a los que las mayorías piensan, las principales batallas que tenemos que enfrentar y vencer son con el YO, con el ego, conmigo mismo, sin duda alguna esa es la batalla más difícil y donde muchos tropiezan.

El apóstol Pablo lo entendía claramente, y por expresa en Romanos 7, que a pesar de amar a Dios y deleitarse en Dios: «Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios», él todavía luchaba y batallaba con ciertas cosas dentro de él, al darse cuenta y detectar algo que ocurría en él: «pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros».

Aquí Pablo se percata de algo extremadamente sorprendente, y es que la mayor oposición para obedecer y servir a Dios no estaba fuera de él, sino más bien dentro de él. Por eso exclama: «¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?»

Que el gran apóstol Pablo diga esto de sí mismo, debería de ponernos a pensar a todos nosotros, tanto a pastores como a lideres y al pueblo de Dios en general, porque el apóstol se da cuenta de que siendo cristiano, todavía habían cosas con las que él batallaba a diario, tales como: pensamientos, acciones, arranques, sentimientos que todavía debía vencer en él.

En la actualidad son muchos los creyentes que todos los días se la pasan hablando de el Satanás, cuidándose, según ellos, del maligno, peleando al aire, inclusive viendo como adversarios a sus propios hermanos de la fe, cuando lo que deberían de estar haciendo es cuidándose de ellos mismos, esa batalla es la más importante, vencernos a nosotros mismos.

Por eso Pablo en otro pasaje nos dice que él no peleaba al aire ni mucho menos se ponía a pelear con sus hermanos en la fe (como lo hacen hoy en día muchos creyentes):

«Yo, por mi parte, no corro a ciegas ni peleo como si estuviera dando golpes al aire. Al contrario, castigo mi cuerpo y lo obligo a obedecerme, para no quedar yo mismo descalificado después de haber enseñado a otros» (1 Corintios 9:26‭-‬27).

Hay una costumbre en la mayoría de asistentes a las iglesias y es el caminar observando la paja en el ojo ajeno, cuando deberíamos de dedicarnos a vernos a nosotros mismos, ya que el hombre viejo no ha muerto en nosotros, cada día debemos hundirlo, hacerlo que mengue para que Jesús crezca en nosotros.

En una ocasión a Jesús le llevaron a una mujer encontrada en adulterio, y todos los que la llevaban le dijeron a Jesús: «La ley nos manda a apedrear a tales mujeres». Después de tanta insistencia de ellos, Jesús les respondió: «El que de ustedes esté sin pecado, que tire la primera piedra contra ella». Y dice la Escritura que ninguno tiró ni una piedra, ¿saben por qué? porque ellos mismos se acusaron, sus propias obras les gritaban que ellos no tenían autoridad, acusados por su propia conciencias, y de eso es que debemos de cuidarnos de tener una conciencia que nos pueda acusar.

Pablo aprendió a identificar a su peor enemigo y para su sorpresa se dio cuenta que era él mismo, por tanto, Pablo llegó a entender que el único que podía truncar el propósito que Dios tenía para su vida, era él mismo.

Y en ese conocimiento y experiencia de vida, es que Pablo comparte con el joven Timoteo y le aconseja: «Cuídate de ti mismo» (1 Timoteo 4:16).

¿Por qué cree usted que Pablo advirtió de eso a Timoteo? Claro, porque él ya estaba pasando por esa situación, porque él ya estaba en esa lucha constante cada día consigo mismo, y por eso le advierte, Timoteo, para que tú seas efectivo en el ministerio que Dios te delegó, olvídate por un momento del maligno, de los hermanos de la iglesia y enfócate en tener cuidado de ti mismo, ese es tu verdadero enemigo, es el único que te puede detener, ya que el Satanás no puede detener lo que Dios quiere hacer a través de ti, el único que puede detenerlo eres tú, no es el diablo ni los demonios, mucho menos los hermanos de la iglesia, eres tú, solo tú.

Muchas veces oramos: «Dios guárdame del mal, guárdame del maligno, guárdame de los enemigos, reprende a los demonios». Cuando lo que debiéramos de orar es: «líbrame de mi ego, de mi orgullo, de mis malos sentimientos». Y como decía David: «líbrame de mi mismo, de los errores en mí que no logro ver ni entender» (Salmos 19:12-13).

Somos nuestro peor enemigo, más cuando permitimos que unas emociones o sentimientos nos dominen y no nos dejen ver que todavía estamos viviendo sin despojarnos del viejo hombre.

Conozco muy de cerca a personas que tienen un gran potencial, que serían muy útiles en el ministerio, en la predicación del reino de Dios, para sacar a miles del error, que pudiendo tener un gran ministerio, han echado a perder lo que Dios ha puesto en sus manos, y todo, no por el diablo, ni por los detractores, mucho menos por los hermanos, sino porque ellos no han querido doblegar su YO, su orgullo y su soberbia los están dejando solos y los ha vuelto infructuosos.

Para concluir, la despedida de Pablo a Timoteo no fue: «cuídate del vecino, del hermano, ni del maligno, la despedida de Pablo en su primera carta a Timoteo fue: «Cuídate de ti mismo y de lo que enseñas, persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren». (1 Timoteo 4:16).

El experimentado Pablo no solo le dice al joven Timoteo que se cuide de sí mismo, sino que le aconseja más: «persiste en ello», persiste todos los días en cuidarte de ti mismo, véncete cada día. El secreto de Pablo en su vida cristiana consistía en que él mataba a Pablo todos los días, Pablo vencía a Pablo todos los días, Pablo aprendió a vencer tanto a Pablo que llegó un momento donde él dijo:

«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20 Reina Valera 1960).

No nos dejemos engañar por nuestros corazones, más bien, seamos renovados cada día en el espíritu de nuestra mente, y vistámonos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 4:23-24).

Querido lector y amado hermano: cuídate de ti mismo, cuídate de permanecer fiel a Dios y siempre vivirás en victoria en todo lo que hagas y serás fructífero en el llamado que Dios te ha hecho. Oro a Dios para que esta enseñanza te ayude a llevar una vida de auto examinarte y tener siempre el carácter y la humildad para reconocer.

"En cuanto a mí, ciertamente no pecaré contra el Señor al dejar de orar por ustedes. Y seguiré enseñándoles lo que es bueno y correcto. Por su parte, asegúrense de temer al Señor y de servirlo fielmente. Piensen en todas las cosas maravillosas que él ha hecho por ustedes" (1 Samuel 12:23-24 NTV).
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