Hola apreciados lectores, gracias por leernos y compartir nuestros artículos, aquí les traemos una enseñanza más, esperando sea de edificación a todos ustedes.
Comencemos con nuestro texto, citando las palabras del apóstol Juan:
«Le escribí una carta a la iglesia. Pero Diótrefes no acepta nuestra autoridad, pues él quiere siempre ser el más importante. Por eso, si voy, no dejaré de reprocharle su mal comportamiento y sus infames acusaciones, pues él, con palabras malintencionadas, habla mentiras contra nosotros. Y no contento con esto, ni siquiera recibe a los hermanos en la fe que llegan de visita. Si alguien los quiere recibir, no le permite hacerlo y lo expulsa de la iglesia» (3 Juan 1:9-10).
Lamentablemente el comportamiento y actitud farisaica no se quedó ahí con los escribas y fariseos que siempre buscaban el primer lugar en todo y ser siempre los más importantes, sino que se ha propagado como un virus muy contagioso a través de los años en muchas personas que profesan la fe.
Para el tiempo de la iglesia primitiva, el apóstol Juan habló de un hombre que tenía ese mismo comportamiento en una de las iglesias que tenían la fe verdadera, su nombre: Diótrefes.
Esto nos confirma lo que Jesús le reprochó a los escribas y fariseos, y es que, podemos tener la teología correcta, como la tenían los fariseos en el tiempo de Jesús y como la tenía Diótrefes en el tiempo del apóstol Juan, y, sin embargo, estar más perdido que aquellos que no conocen de la fe genuina, por nuestro mal comportamiento, peor aún, afirmando tener el conocimiento:
«Jesús les contestó: Si ustedes reconocieran que no ven tanto como creen, Dios no los culparía por sus pecados. Pero como creen ver muy bien, Dios sí los culpará por sus pecados» (Juan 9:41 TLA).
Ya que si bien, tener la teología correcta nos acerca al reino de Dios (Marcos 12:34), el complemento para obtener la vida indestructible en la era venidera tendrá mucho que ver con nuestras obras:
«Los que hicieron el bien resucitarán para gozar de la vida eterna, y los que continuaron en su maldad resucitarán para sufrir el juicio» (Juan 5:29 NTV).
«¡Pongan atención! ¡Yo vengo pronto! Y traigo el premio que le daré a cada persona, de acuerdo con lo que haya hecho» (Apocalipsis 22:12 TLA).
A como puede darse cuenta, es necesario que las buenas obras vayan de la mano con la fe, nuestra conducta y nuestro trato a los demás, hablaran verdaderamente de nuestra fe, pues la fe sin obras es muerta en sí misma. (Santiago 2:26).
Si usted hubiese vivido en el tiempo de Diótrefes, seguro le escucharía fanfarronear y decir que él tenía sus razones, y que el apóstol Juan junto con todos los hermanos de la iglesia estaban muy equivocados acerca de él. Pero las evidencias y los testimonios de todas las personas que compartieron con Diótrefes lo delataban, delataban su prepotencia, su orgullo y su forma ególatra de querer conducir aun a la iglesia de Dios, queriéndose imponer él por encima de los demás.
Como puede notar, apreciado lector, el comportamiento farisaico se había propagado ya para en el tiempo de la iglesia primitiva, gente que nunca han servido a Dios ni a las personas con humildad y sinceridad, sino por beneficio propio y con arrogancia.
El engaño del corazón aparece en el hombre cuando piensa que actúa bien y no quiere ver las malas acciones de su corazón, cuando cegado por la soberbia no escucha a los hermanos en la fe, se rehúsa a ser confrontado y no le gusta que sus acciones sean cuestionadas. Diótrefes no quiso escuchar ni al apóstol Juan, esa es una característica de alguien que no quiere respetar a nada ni a nadie.
Es por ello, que en el versículo inmediato, el apóstol Juan nos exhorta:
«Querido hermano en la fe, no te dejes influir por ese mal ejemplo. Imita solamente lo bueno. Recuerda que los que hacen lo bueno demuestran que son hijos de Dios, y los que hacen lo malo demuestran que no conocen a Dios» (3 Juan 1:11).
En esa misma carta, el apóstol Juan nos habla de otra persona que a diferencia de Diótrefes, su comportamiento era de servicio para con Dios y para con los hermanos en la fe, su nombre: Demetrio.
«Todos hablan bien de Demetrio, y su comportamiento nos demuestra que dicen la verdad. También nosotros hablamos bien de él, y tú sabes que no mentimos» (3 Juan 1:12).
Nótese por favor, que en ambos casos, el apóstol Juan apeló a los testimonios que los hermanos habían dado, tanto de Diótrefes como de Demetrio, porque más que mil palabras dichas o escritas, están las evidencias de nuestro comportamiento y los frutos (buenos o malos) que dicho comportamiento haya dado en nuestra vida y para con los hermanos.
Y toda persona responsable e inteligente como el apóstol Juan, debe de apuntar a eso, a las evidencias, a los frutos, a los testimonios de cada hermano, porque sin duda alguna, las iglesias están llenas tanto de Diótrefes como de Demetrios.
Piense estimado lector y respóndase usted mismo, con toda sinceridad: ¿Cómo ha sido su comportamiento con sus más allegados? ¿Qué dirían de usted sus más cercanos? ¿Qué concepto tienen de usted todas las personas con las que se ha relacionado? ¿Cree usted que darían buen testimonio de su comportamiento como lo hicieron con Demetrio o darían mal testimonio de su proceder como lo hicieron con Diótrefes?
Al final, serás recordado por cómo te comportaste con la gente y por cómo tu comportamiento les afectó para bien o para mal. La conducta Cristiana es la base testimonial de todos aquellos que profesan la fe. No basta con creer, no basta con tener la teología correcta, nos es necesario tener el corazón y la actitud correcta, nos es necesario tener buena voluntad y sobre todo obediencia a Jesús, para así poder doblegar nuestro orgullo, nuestro ego y nuestros malos sentimientos que están dentro de nosotros (Marcos 7:21-23).
Que el Dios de Jesús nos ilumine para que logremos ver aquello en lo que hemos actuado mal y podamos rectificar, porque de lo contrario, Dios nos pedirá cuenta de lo que puso en nuestras manos y no cuidamos sino que lo pisoteamos, sea esto familia, matrimonio, hijos, dones, talentos, hermanos o ministerio.
Pues no hay nada más hermoso que haber hecho bien a la gente y que te recuerden por ello. No te gustará darte cuenta que has sido contado como un Diótrefes más en la historia Cristiana. Mejor sigamos el ejemplo de Demetrio, que con un corazón agradecido y humilde cumplía con la ley del Mesías, no solo en teoría, también en la práctica: Amor y servicio a Dios y a su prójimo, que es lo que a muchos Diótrefes les falta.
"Sea con ustedes gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y del señor Jesús el Mesías, hijo del Padre, en verdad y en amor" (2 Juan 1:3).