Hola amigos, en esta ocasión les traigo una pequeña reflexión de algo que me he percatado y deseo compartirles. Me puse a analizar y a escribir, lo que me gusta hacer, considero que escribir para mí es una manera de canalizar lo que vivo, lo que siento, lo que aprendo y lo que deseo compartir, siempre que escribo trato de hacerlo de la mejor manera, como lo dijo Salomón, el predicador:
Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios. Procuró el predicador hallar palabras agradables, y escribir rectamente palabras de verdad (Eclesiastés 12:9-10).
Como el tema lo dice, en esta ocasión quiero compartir con ustedes la experiencia que he tenido con algunas personas adultas con las que me he relacionado, donde he notado en sus comportamientos que tienen heridas emocionales, algunos me han dejado sorprendido, otros decepcionado, pero he tratado de entender el porqué de ello, sin justificar sus acciones, ya que considero que como adultos somos los únicos responsables de la forma en cómo conducimos nuestras vidas.
Sabemos que en Latinoamérica es grande el porcentaje de niños abusados, maltratados, agredidos y violentados por sus familiares, niños que vivieron en familias disyuntivas, con padres inmaduros que no estaban preparados para tener hijos, padres que abandonaron a sus hijos, padres viciosos, padres desamorados o despreocupados, y esto ha formado en muchos a un adulto reprimido, orgulloso, soberbio, tímido, agresivo, depresivo, con complejo e inseguro, entre muchas otras características.
Y esto, así mismo se ha vuelto un circulo vicioso, donde en cada hogar hay un padre o una madre diciéndole a sus hijos: «así me trataban mis padres» o «así me pegaban mis padres», repitiendo la historia que a ellos de niños les tocó vivir, historia por la cual hoy son lo que son.
Me ha tocado tratar con muchas personas y he notado que algunos actúan de una manera prejuiciada y predispuestas, quizás por esas dificultades en su niñez, por los abusos infantiles que padecieron con la familia que les tocó vivir, piensan y actúan como que todos los que le rodean quieren hacerle daño, su mente lastimada y la baja autoestima con la que crecieron, les hace pensar erróneamente y convencerse a sí mismos de que ellos con su forma de ser están en lo correcto, son personas con complejos de inferioridad, tanto así, que llegan a malinterpretar unas simples palabras y responden a la defensiva, como si le estuvieran atacando.
Con el pasar del tiempo también he notado que existen personas que tienen inestabilidad emocional, por lo tanto, no son capaces de sostener ningún tipo de relación, sea esta de: amistad, noviazgo, matrimonial o hermandad. Son personas que destruyen todo tipo de relación que llega a sus vidas, ellos mismos hacen que la gente se les aleje. Considero que lo peor de todo no es eso, sino, no ser honestos con sí mismo para reconocerlo y desear enmendar para mejorar, lo que nos indica que ellos lo prefieren así.
Lamentablemente, ese tipo de personas también existen en la familia de la fe, personas que han adquirido conocimiento bíblico, pero el daño que les hicieron sus padres o familiares cuando eran niños o adolescentes les ha dejado secuelas que han perdurado en el tiempo y ellos no han logrado superarlas.
Esa forma de ver la vida y esa mentalidad que de niños les formaron con complejos, ha sido la causante de que hoy por hoy, ya adultos, no puedan sostener ninguna relación, porque ahuyentan a toda persona que se les acerca para ofrecerles una amistad o hermandad sincera, porque para este tipo de personas, todos son malos, todos son falsos, todos son hipócritas, todos quieren hacerles daño, todos se quieren pasar de listos, todos tienen defectos, todos quieren verles como tontos, todos quieren aprovecharse de ellos, etc.
Y cuando uno los aborda y trata de enseñarles que las evidencias muestran otra cosa, se encierran en ese caparazón que se han tejido ellos mismos, y «defienden» a capa y espada su «posición», sin importarles lo que las evidencias muestren, hasta son capaces de discutir y alejarse de uno con tal de no reconocer.
En fin, es triste notar que existen personas con grandes dones y logros en otras áreas, pero que en su vida personal son un desastre, donde se pelean con todo el mundo, donde nunca están bien con nadie, donde actúan con soberbia con los demás, y todo en nombre de «yo soy el bueno y el víctima de todos», cuando en realidad lo que sucede es que no han querido cambiar la forma de pensar, los prejuicios y los complejos con los que crecieron.
Y es que algunos se han convencidos a sí mismos de que es mejor comportarse de esa forma, cayendo así en el autoengaño, el autoengaño es más peligroso que la mentira, el autoengaño es negarse a racionalizar la evidencia contraria y los argumentos lógicos que son opuestos a los propios. El autoengaño es convencerse a sí mismo de una «verdad» (o la falta de la verdad), que no nos deja ver ni tener conocimiento del engaño.
La diferencia entre mentira y autoengaño se encuentra en que, en la mentira, la persona es consciente de que no está diciendo la verdad. Mientras que en el autoengaño se acepta como verdad una realidad que es falsa sin ser consciente de ello.
Si al leer esta reflexión, consideras que tú amado hermano o amigo eres una persona que consciente o inconscientemente has caído en eso, hoy te animo a que renueves tu mente y te des cuenta de varias cosas: Lo primero es que el mundo no gira alrededor tuyo, lo segundo es que, sí hay personas honestas, personas que sí te quieren y valoran, que no todos son malos, ni todos buscan hacerte daño.
Tú que profesas la fe, date la oportunidad de poder hacer realidad en tu vida la escritura que dice: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (1 Corintios 5:17).
Deja el prejuicio, deja la predisposición, deja la mentalidad acomplejada, no te encierres en tu caparazón, no trates de ser sabio en tu propia opinión, porque no siempre somos víctimas, hay momentos en los que en nombre del victimismo hemos hecho mas daño a las personas del que nos han hecho a nosotros.
Debemos de entender que en realidad no somos tan buenos como nos hemos creído. Si no te das esa oportunidad de cambiar, nunca podrás crecer ni avanzar como persona, ni tener ninguna relación sana y quizás cuando te llegues a dar cuenta, ya se te haya ido la vida, te veas solo y sin nadie a tu alrededor, porque al final cosecharemos lo que hemos sembrado. Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo.
«Hermanos en la fe, piensen como personas maduras. Es bueno ser inocentes como un niño y no dar paso a la maldad. Pero, a la hora de pensar, hay que hacerlo como un adulto maduro» (1 Corintios 14:20 NVIS).