Hola, queridos hermanos y amigos que me leen. Tal como les prometí, hoy abordaré el último de tres temas relacionados con la misericordia.
En el primer tema reflexionamos sobre el significado de la misericordia de Dios. En el segundo, exploramos cómo actúa Su misericordia y enumeré diversas formas en las que Dios la manifiesta. Ahora, es el momento de analizar cómo nosotros, como cristianos, estamos llamados a practicar la misericordia en nuestra vida diaria.
Sí, lo entiendo. Muchas veces no nos agrada hablar o reflexionar sobre nuestra responsabilidad de practicar la misericordia. Nos reconforta saber que Dios es misericordioso y que cada mañana nos renueva Su misericordia. Sin embargo, cuando se trata de que nosotros debamos extender esa misma misericordia, ya no nos resulta tan cómodo.
Como alguien dijo en una ocasión: «Setenta veces siete es demasiado perdón». Si me corresponde perdonar, parece excesivo; pero si necesito ser perdonado, nunca será suficiente. La realidad es que jamás tendrás que perdonar a alguien más de lo que Dios ya te ha perdonado a ti.
Como seguidores de Jesús el Cristo, debemos ser conscientes de que, nos guste o no, él nos dejó una ordenanza clara, innegociable y sin lugar a dudas:
«Sean misericordiosos, así como su Padre es misericordioso» (Lucas 6:36).
La palabra «sean» proviene del verbo «ser», y con ella, Jesús nos da una orden clara: debemos ser y actuar con misericordia. Es decir, debemos mostrar compasión hacia los demás, tal como lo hace Dios. Por esta razón, es contradictorio llamarnos seguidores de Cristo e hijos de Dios y, al mismo tiempo, no practicar la misericordia; eso no tiene coherencia.
Uno de los reproches más fuertes que Jesús hizo a los religiosos de su tiempo fue precisamente este: aunque alardeaban de tener la doctrina correcta y de hacer lo correcto, sus actitudes carecían de misericordia. Se sentían tan justos que incluso pretendían corregir al maestro, pero sus corazones estaban lejos de reflejar compasión. Por esta razón, Jesús les recordó las Escrituras con estas palabras:
«Ahora vayan y aprendan el significado de la siguiente Escritura: ‘Quiero que tengan compasión, no que ofrezcan sacrificios’. Pues no he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores» (Mateo 9:13, NTV).
- La Misericordia: Una Lección de Vida Cristiana
En una ocasión, un intérprete de la ley, buscando justificarse, preguntó a Jesús: «¿Quién es mi prójimo?». Jesús respondió relatando la parábola del buen samaritano, enseñándonos cómo debemos ejercer misericordia (Lucas 10:25-37). Al concluir la parábola, Jesús preguntó: «¿Quién te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de ladrones?». El intérprete respondió: «El que tuvo misericordia de él». Entonces Jesús le dijo: «Ve y haz tú lo mismo» (v. 36-37). El mensaje es claro: la misericordia no es opcional; es una acción concreta que refleja nuestra fe.
Jesús no solo enseñó sobre la misericordia, sino que también la vivió de manera tangible. Sanó a los enfermos, perdonó a los pecadores y se acercó a los marginados. En Juan 8:1-11, cuando los fariseos querían apedrear a la mujer adultera, Jesús mostró misericordia al defenderla y darle la oportunidad de arrepentirse. Esto nos enseña que ser misericordiosos implica ver más allá de los errores de las personas y darles la oportunidad de ser transformadas.
En su mayor momento de sufrimiento, Jesús mostró misericordia al pronunciar estas palabras: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34). Este ejemplo perfecto nos muestra que el amor y la compasión deben estar en el centro de nuestras acciones.
- La Identidad del Cristiano y la Misericordia
Ser misericordiosos nos identifica como hijos de Dios. Por eso Jesús nos dijo: «Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mateo 5:43-45).
La identidad cristiana está basada en el trato misericordioso hacia los demás. Sin embargo, ejercerla no significa comprometer la verdad, sino comunicarla con amor y empatía, considerándonos en todo momento a nosotros mismos. Como Jesús nos enseña: «Así que, en todo, traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes; porque en eso se resumen la Ley y los Profetas» (Mateo 7:12).
- La Parábola de los Dos Deudores: Un Llamado a la Reflexión
Jesús explicó la importancia de la misericordia en la parábola de los dos deudores (Mateo 18:23-34). En ella, un siervo perdonado de una gran deuda fue incapaz de extender la misma compasión a su consiervo, que le debía mucho menos. Este acto de ingratitud provocó el enojo del amo, quien lo castigó severamente. La lección es contundente: así como Dios nos muestra misericordia, debemos extenderla a los demás, también nos enseña que no podemos recibir plenamente la misericordia de Dios si no estamos dispuestos a compartirla con los demás.
Jesús nos advierte que: «Del mismo modo que juzguen a los demás, los juzgará Dios a ustedes, y los medirá con la misma medida con que ustedes midan a los demás» (Mateo 7:2), y Santiago 2:13 advierte: «El juicio será sin misericordia para el que no ha mostrado misericordia, pero la misericordia triunfa sobre el juicio».
- La Sabiduría y la Misericordia
La misericordia no siempre es fácil. Requiere humildad para renunciar a nuestro orgullo, y a veces, a nuestra idea de justicia. En ocasiones, basados en nuestra propia opinión, nos sentimos con derecho a decidir quién merece nuestra misericordia, olvidando que la verdadera sabiduría, según Santiago 3:17, es «pura, pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos». No se trata solo de tener la doctrina correcta, sino también un corazón dispuesto a practicarla.
Sin lugar a dudas, la sabiduría se encuentra con los misericordiosos. Salomón, conocido como el hombre más sabio expresó: «Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón. Así hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres» (Proverbios 3:3-4).
- El Llamado del Maestro
El llamado del maestro a ser misericordiosos es una exhortación que nos lleva a vivir según el corazón de Dios. Jesús como nuestro maestro, nos mostró a través de su vida y enseñanzas que la misericordia no es solo un acto de bondad ocasional, sino una forma de ser y de vivir.
El llamado a ser misericordiosos nos invita a actuar con amor y compasión, no porque los demás lo merezcan, sino porque Dios lo ha hecho primero con nosotros. El Señor nos invita a ejercer la misericordia con alegría (Romanos 12:8), no como una carga, sino como un reflejo del carácter de nuestro Padre celestial, quien «se deleita en la misericordia» (Miqueas 7:18).
Ser misericordiosos transforma corazones, incluyendo el nuestro, y nos acerca al propósito eterno de vivir según el ejemplo del maestro. Un discípulo que no vive en misericordia no refleja el carácter de Cristo ni sus enseñanzas, y difícilmente muestra ser un verdadero hijo de Dios.
Recordemos que practicar la misericordia es más que un deber; es un privilegio que nos acerca al corazón de Dios.
¡Un fuerte abrazo en Cristo!
"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mateo 5:7).