Hola, ¿qué tal mis apreciados lectores? en esta ocasión quiero que meditemos por unos minutos en el tan conocido pero muchas veces mal comprendido Sermón del Monte.
¿Por qué lo llamo «conocido y desconocido» a la vez? Porque he notado que muchos asistentes a las iglesias creen que el Sermón del Monte se limita únicamente a las bienaventuranzas que Jesús pronunció. Otros piensan que solo se encuentra en el capítulo 5 de Mateo, cuando en realidad abarca desde el capítulo 5 hasta el capítulo 7 de ese evangelio.
El Sermón del Monte es uno de los discursos más importantes de Jesús. En él, Jesús revela los principios del reino de Dios y desafía a sus seguidores a vivir con una justicia mayor que la de los fariseos (Mateo 5:20). No es solo un código de ética, sino una descripción de la vida transformada por el Evangelio.
Hoy exploraremos tres aspectos clave de este sermón:
- El carácter del ciudadano aspirante al reino (Bienaventuranzas).
- La justicia superior que Dios demanda (Mandamientos internos).
- La vida práctica del creyente (Confianza en Dios y frutos).
1. El carácter del ciudadano aspirante al reino (Mateo 5:1-12).
Jesús inicia con las Bienaventuranzas, que presentan una visión radical de la felicidad y la bendición:
- Humildes de espíritu → Herederos del Reino.
- Los que lloran → Serán consolados.
- Los mansos → Herederos de la tierra.
- Los que tienen hambre y sed de justicia → Saciados.
- Los misericordiosos → Alcanzan misericordia.
- Los de limpio corazón → Verán a Dios.
- Los pacificadores → Hijos de Dios.
- Los perseguidos por causa de la justicia → Herederos del Reino.
Cada bienaventuranza describe un rasgo de aquellos que pertenecen al pueblo de Dios. No son valores del mundo, sino de Dios.
2. La justicia superior que Dios demanda (Mateo 5:17-48).
Jesús no solo atacó la hipocresía religiosa de su época, sino que estableció una justicia más profunda. Según Jesús, no basta con evitar matar; hay que arrancar el odio del corazón. No basta con no cometer adulterio; hay que vencer la lujuria en la mente.
Esto fue un escándalo para aquellos que pensaban que cumplían estrictamente la ley. Seguro estoy de que la multitud que lo escuchaba no podía asimilar las palabras de Jesús.
Los fariseos pensaban que eran santos porque cumplían normas externas, pero Jesús les mostró que Dios mira el corazón, las cosas internas.
Jesús decía: «Ustedes han oído… pero yo les digo» (Mateo 5:21-22). Jesús no vino a suavizar la ley como muchos dentro de las iglesias creen, sino a revelarnos que sin Dios, nadie puede cumplirla.
Jesús enseña que su mensaje no abole la ley, sino que la cumple y la lleva a su plenitud. Él va más allá del cumplimiento externo y apunta al corazón, a lo interno:
- No solo es evitar el homicidio, sino erradicar el odio del corazón.
- No solo es evitar el adulterio, sino vencer la lujuria en la mente.
- No solo es cumplir votos, sino ser íntegros en la palabra.
- No solo es amar al prójimo, sino incluso al enemigo.
Jesús nos llama a una justicia que no es solo externa, sino interna y transformadora. Preguntémonos ¿Estoy obedeciendo a Dios de corazón, o solo externamente?
3. La vida práctica del creyente (Mateo 6-7).
Jesús no solo habla de carácter y justicia, sino también de la confianza en Dios y la vida práctica:
- Oración y ayuno: No para ser vistos por los hombres, sino como una relación sincera con Dios (Mateo 6:5-18).
- Priorizar el Reino: Buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33).
- No juzgar con hipocresía: Quitar primero la viga de nuestro ojo antes de corregir a otros (Mateo 7:1-5).
- Edificar sobre la roca: Obedecer las palabras de Jesús es construir sobre fundamento sólido (Mateo 7:24-27).
Jesús, en el Sermón del Monte, presentó un mensaje que desafiaba el sistema de su época, y estoy seguro de que, si lo proclamara hoy en una congregación actual, muchas iglesias también se sentirían confrontadas.
Los fariseos creían que la bendición de Dios era para los justos, los que aparentaban santidad. Jesús dio un golpe a la mesa y dijo que los verdaderamente bendecidos eran:
- Los pobres en espíritu → Los que reconocen su necesidad de Dios.
- Los mansos → No los arrogantes ni los poderosos.
- Los que tienen hambre y sed de justicia → No los que confían en su propia justicia.
- Los pacificadores → No los violentos ni los orgullosos.
Jesús no solo vino a predicar, sino a dar vuelta al mundo con sus enseñanzas que contradecían totalmente el sistema. Lo que para el sistema era debilidad, para Dios era fortaleza.
El Sermón del Monte nos desafía a vivir como verdaderos aspirantes al reino de Dios:
- Con un carácter transformado (Bienaventuranzas).
- Con una justicia superior (obediencia de corazón).
- Con una vida fundamentada en la confianza en Dios y en la obediencia a Cristo.
Después de conocer lo que nos demanda el sermón del monte, la verdadera pregunta para todos nosotros es: ¿Podemos cumplirlo? Siendo honestos con nosotros mismos ¿Podemos cumplir con el Sermón del Monte?
A primera vista, el Sermón del Monte parece imposible de cumplir. Jesús nos llama a una justicia superior a la de los fariseos (Mateo 5:20), a amar a nuestros enemigos (Mateo 5:44) y a ser perfectos como nuestro Padre celestial (Mateo 5:48). Esto nos lleva a una gran tensión: ¿Es realmente posible vivir así? ¿Cuántos cristianos podemos decir que podemos vivir cumpliendo las demandas del Sermón del Monte?
Al Jesús decirnos que debemos hacer más que los escribas y fariseos, ¿será que quiso cargarnos aún más? Si ningún hombre podía cumplir la ley, ahora, con estas nuevas directrices de Jesús, ¿será que podemos cumplirlas? La respuesta es clara: un rotundo no.
Entonces, esto nos lleva a cuestionarnos y preguntarnos: ¿cuál fue el propósito del Sermón del Monte? Creo firmemente que fueron tres, los enumero a continuación:
1. MOSTRAR EL ESTÁNDAR DE DIOS:
Jesús no solo da un código moral, sino que muestra el estándar de Dios y la necesidad de un corazón transformado. Pablo dice en Romanos 3:23 que todos hemos pecado y estamos lejos de la gloria de Dios.
Al elevar los mandamientos a un nivel más profundo, Jesús revela lo que Dios demanda de nosotros y lo que realmente se necesita para vivir una vida piadosa y agradable ante Él.
En otras palabras, el Sermón del Monte es una carta abierta y pública, vigente hasta hoy, para todos aquellos que desean conocer el estándar de Dios. En este mensaje, Jesús no habló en parábolas, sino de manera clara y directa: esto es lo que Dios requiere del hombre.
2. EXPONER NUESTRA INSUFICIENCIA:
El Sermón del Monte no solo revela el estándar perfecto de Dios, sino que también expone nuestra total incapacidad para cumplirlo por nuestras propias fuerzas. Nos muestra que, por más que lo intentemos, no podemos alcanzar la justicia de Dios mediante nuestras obras. En lugar de darnos confianza en nuestra propia capacidad, nos conduce a la humildad y a la necesidad de la gracia divina.
El Sermón del Monte revela nuestra insuficiencia y nos confronta con la realidad: no son nuestras obras ni nuestro esfuerzo humano lo que nos hace aceptables ante Dios. Nos deja en evidencia, mostrándonos con claridad que es imposible cumplir plenamente los estándares divinos.
¿Acaso alguien podría cumplir esto: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto»? (Mateo 5:48).
Este versículo resume la exigencia de Dios y, al mismo tiempo, nos lleva a reconocer nuestra necesidad de su gracia, porque por nosotros mismos no podemos alcanzar esa perfección.
Por más que algunos se molesten, se aferren a su propia justicia y hasta se rasguen las vestiduras, la verdad es que no podemos cumplirlo por nosotros mismos.
3. LLEVARNOS AL ÚNICO QUE PUDO HACERLO: CRISTO JESÚS.
Considero que el último propósito del Sermón del Monte es apuntar a Cristo. Nos hace darnos cuenta de que no tenemos otra salida más que correr a los pies de Jesús, entendiendo que solo la gracia de Dios, mostrada a través de Cristo, puede ayudarnos.
Jesús dijo: «Separados de mí, nada podéis hacer» (Juan 15:5). De hecho, la vida cristiana no se trata de intentar ser buenos por esfuerzo propio, sino de depender de Cristo.
Cuando caemos, la gracia de Dios nos restaura. Cuando nos cuesta amar a nuestros enemigos, oramos para que Dios nos ayude. Cuando luchamos con la preocupación, aprendemos a confiar en Dios más y más.
La gracia nos transforma. Dios nos capacita para vivir conforme a su propósito. (Filipenses 2:13).
Vuelvo a preguntar: ¿podemos cumplirlo? La respuesta es evidente: por nuestras propias fuerzas, no. Pero con Cristo, todo es diferente; en él, las cargas se vuelven más ligeras.
El apóstol Pablo declaró: «Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Romanos 8:1). Fíjate que no dice: «Ninguna condenación hay para quienes cumplen perfectamente el Sermón del Monte», sino para quienes están en Cristo. Solo a través de él encontramos gracia y el oportuno socorro.
Nuestra salvación no depende de méritos propios, sino de la obra redentora de Cristo. Sin duda alguna, Jesús nos dejó el Sermón del Monte para poder entender estas cosas y darnos cuenta que fuera de él no tenemos alternativa para llegar al reino que el Padre nos tiene preparado.
Jesús no vino a establecer una religión, sino a transformar corazones. Su mensaje sigue impactando y cambiando vidas en aquellos que están dispuestos a escucharlo.
Espero que tu perspectiva sobre el Sermón del Monte haya cambiado. Que este artículo sea una bendición para ti y para todos aquellos con quienes lo compartas.
"Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios; siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús" (Romanos 3:23-24).