«¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, hipócritas! Les cierran a los demás el reino de los cielos; ni entran ustedes ni dejan entrar a los que intentan hacerlo» (Mateo 23:13 NVI).
Estas palabras dichas por el señor Jesús hace más de dos mil años, han estado tan vivas hoy, como vivos también los que actúan de la misma forma que estos fariseos del tiempo de Jesús.
Y es que hoy en día, al igual que en ese entonces, existen personas que no hacen ni dejan hacer. No quieren trabajar correctamente para Dios, pero no quieren tampoco que tú lo hagas.
Los escribas y fariseos eran expertos en la Escritura, aunque solo en teoría, porque en la práctica actuaban peor que un ignorante.
Ellos estaban muy ocupados en llamar la atención de la gente, pero no buscaban a la gente para que se volvieran a Dios, sino para aprovecharse de ellos, no hacían lo que hacían porque querían glorificar a Dios, sino porque buscaban su propia gloria, para ser vistos por los hombres (Mateo 23:5).
Si bien, parecían ser piadosos, no lo eran. Sin duda alguna el Señor ve lo que somos interiormente, a Él no lo podemos engañar, Él mira nuestro corazón (1 Samuel 16:7).
Estos hombres, con el conocimiento que tenían, en lugar de ser los que condujeran al pueblo para que entraran al reino de Dios, se los impedían, y lo más grave era que ni ellos entraban y ni dejaban que otros lo hicieran:
«¡Ay de ustedes, expertos en la Ley!, porque se han adueñado de la llave del conocimiento. Ustedes mismos no han entrado, y a los que intentan hacerlo, les han cerrado el paso» (Lucas 11:52 NVI).
Si hay algo más grave que nosotros mismos alejarnos de Dios, es evitar que otros se acerquen a Él, siéndoles de tropiezo (Mateo 18:7).
Hoy por hoy, existen personas como los fariseos, que se creen dueños de la verdad y que todo debe ser canalizado a través de ellos, y si no es así, te tachan de malo y buscan la manera de difamarte, tal como lo hacían los fariseos con Jesús, sin importarles que eso implique cerrar el paso a la predicación del Evangelio y ser de tropiezo a los débiles en la fe. Esto se da mucho en las religiones, pero he notado que no solo en ellas.
Los escribas y fariseos eran el tipo de persona que juzgan con hipocresía y dureza la conducta de otros, pero actúan igual o peor que aquellos que señalan. No saben conducir ni su propia casa, pero quieren conducir la de los demás.
El señor Jesús fue muy enfático en Mateo 23 al expresar su desagrado y desaprobación con respecto a la conducta de los maestros de la ley, diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!».
Es que si hay algo que indigna al señor Jesús y que no puede tolerar es la mentira, la hipocresía, el cinismo y la arrogancia.
Aquí Jesús usa dos palabras que las repite varias veces, la primera es la exclamación: ¡ay!, que en el original es la palabra griega ouai (οὐαί), la cual es una expresión de indignación, dolor y denuncia.
Cuando Jesús dice: «¡ay de vosotros, escribas y fariseos!», expresa su indignación y dolor por las cosas que estos hombres hacían, así como también anuncia las consecuencias que vienen sobre ellos por actuar de esa manera.
La segunda palabra que sobresale es: Hipócritas, que proviene del griego hupokrités (ὑποκριτής), la cual significa: actor, simulador.
La palabra hipócrita era un término que se les solía dar a los actores griegos que participaban en obras de teatro. Estos salían con una máscara, fingiendo ser un personaje que no eran, solo actuaban para el público, y así eran estos escribas y fariseos para Jesús, eran hipócritas que solo vestían una mascara de rectitud y actuaban como si fueran hombres de Dios, pero al final, todo era una actuación, y por ello, Jesús les recrimina su falsedad. No cabe duda que delante del Señor la piedad falsa será contada por doble iniquidad.
No debemos de ignorar que vivimos tiempos peligrosos, donde como lo profetizó el apóstol Pablo, hay hombres amadores de sí mismos, soberbios, ingratos, calumniadores, traidores, que tienen apariencia de piedad pero su conducta muestra lo contrario (2 Timoteo 3:1-5).
Personas frustradas y fracasadas que quieren que tú fracases, que son capaces de valerse de cualquier artimaña para justificar su mal proceder, porque tu fruto evidencia su fracaso como personas. «Pero no llegarán muy lejos, porque todo el mundo se dará cuenta de su insensatez, como pasó con aquellos» (2 Timoteo 3:9).
Cada día, nosotros debemos de cuidarnos de no caer en estas graves faltas, que muchas veces no las notamos a simple vista, por eso Jesús nos exhorta a nosotros sus seguidores:
«Porque les digo a ustedes que, si no superan a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo ante Dios, nunca entrarán en el reino de los cielos» (Mateo 5:20).
Los Cristianos estamos llamados a ser hombres y mujeres de fe, pero también de palabra e integridad, sin hipocresía ni doble moral, sin maldad, sin soberbia, sin deseos de venganza, sin actuar con alevosía y ventaja contra aquellos que han depositado confianza en nosotros y nos han servido.
Nosotros, los que nos esforzamos por seguir a Jesús, debemos estar dispuestos a cuestionarnos con sinceridad cada mañana respecto a lo que vamos a hacer y cada noche respecto a lo que hemos hecho.
Es necesario traer a la luz de la Escritura nuestras obras y luego hacernos un examen de conciencia, porque solo así nos aseguraremos de andar con el Señor con rectitud de corazón, sin engañarnos a nosotros mismos, sin que la hipocresía y la soberbia se adueñen de nosotros.
"Que la Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y del señor Jesús el Cristo, hijo del Padre, estén con ustedes en verdad y en amor" (2 Juan 1:3).