Es fácil ver lo que hacen quienes siguen a sus malos deseos: cometen inmoralidades sexuales, hacen cosas impuras y viciosas, adoran ídolos y practican la brujería. Mantienen odios, discordias y celos. Se enojan fácilmente, causan rivalidades, divisiones y partidismos. Son envidiosos, borrachos, glotones y otras cosas parecidas. Les advierto a ustedes, como ya antes lo he hecho, que los que así se portan no tendrán parte en el reino de Dios (Gálatas 5:19-21).
Mucho se enseña y se escucha en los círculos religiosos, más cuando están orando, que reprenden según ellos, a «espíritus» y a cada uno los llaman por nombre.
Así es como erróneamente han hecho creer a sus fieles, que cuando, por ejemplo, un esposo es infiel, y comete adulterio, entonces no es él quien comete la falta, sino que «empujado» por un «espíritu diabólico» él es prácticamente obligado a cometer el adulterio, en otras palabras, él viene siendo «víctima» de este mal.
Entonces le piden oración al líder religioso y él ora por el matrimonio de la esposa defraudada y cuando ora lo hace de la siguiente manera: «Señor yo oro por este matrimonio y reprendo ese espíritu de adulterio que se ha metido para destruir el matrimonio de la hermana, lo reprendo y lo echo fuera de la vida de este varón y de este matrimonio, él queda libre, yo lo echo fuera en el nombre de Jesús».
Siendo honestos, no existe ningún versículo bíblico que avale oraciones como esas, ni tampoco hay ni un solo versículo bíblico que hable de algún «demonio» llamado «adulterio».
Entonces, nos preguntamos, en realidad, ¿el adulterio es «un espíritu demoníaco», que hay que «reprender», según afirman y hacen la mayoría de evangélicos?
Definitivamente enseñar cosas como esas, es lo que deja en evidencia que la mayoría de profesantes no leen, y si algunos leen, no le creen a la Biblia y prefieren creerle a lo que le enseña su líder religioso o su religión.
La Biblia responde: «Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia». (Gálatas 5:19).
Bíblicamente no, el adulterio no es un «espíritu diabólico» que hay que reprender, es mas bien un deseo de nuestra carne, es nuestro propio deseo pecaminoso.
Así que, seamos más responsables de nuestros actos y dejemos de victimizarnos, dejemos de buscar culpable. Si hay alguien a quien se debe de «reprender» es a la persona, al individuo que cometió el pecado de adulterio.
Algo similar ocurre con la lascivia, cuando alguien es lujurioso, muchos dicen: «tiene un espíritu de lascivia».
Honestamente no sé de dónde sacan tantos «demonios» y no solo eso, sino que hasta los «bautizan» con nombres propios a cada uno.
¿Es la lascivia un «espíritu inmundo» que algunas personas tienen?
Lascivia: Propensión excesiva a los placeres sexuales. Deseo excesivo, apetito de una cosa, lujuria.
Educarnos en la Escritura y no en las religiones, nos hará entender correctamente y apropiadamente lo que en realidad la Escritura enseña.
La Biblia enseña: «Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia«. (Gálatas 5:19).
No, bíblicamente la lascivia no es un «espíritu inmundo» que posee a un hombre o a una mujer. Es simplemente un deseo inmoral de nuestra propia naturaleza pecaminosa, es decir, de nosotros mismos.
Así que, cuando alguien es lujurioso, no piense que tiene un «espíritu diabólico» que tiene que ser «reprendido». Contrario a eso, la Biblia nos exhorta a no satisfacer los deseos de la carne. Es necesario que los asistentes a las iglesias comprendan esto, así dejarán de culpar a personajes inexistentes, creados por el mismo ser humano para justificar su mal proceder.
Lo mismo debemos comprender con los demás deseos de la carne; no, no son demonios que obligan a las personas a cometer dichos pecados, sino que cada ser humano es responsable de sus actos.
Así lo explicó Jacobo:
«Cuando alguien sea tentado, no diga que ha sido tentado por Dios, porque Dios no tienta a nadie, ni tampoco el mal puede tentar a Dios. Al contrario, cada uno es tentado cuando se deja llevar y seducir por sus propios malos deseos. El fruto de estos malos deseos, una vez concebidos, es el pecado; y el fruto del pecado, una vez cometido, es la muerte». (Santiago 1:13-15).
Si se pecartó, Jacobo ni siquiera menciona a ningún demonio, pues él sabe que es en nosotros que están los deseos no correctos.
El apóstol Pablo enumeró algunos deseos de la carne, es decir, los deseos propios del ser humano:
- Adulterio.
- Fornicación.
- Inmundicia.
- Lascivia.
- Idolatría.
- Hechicerías.
- Enemistades.
- Pleitos.
- Celos.
- Iras.
- Contiendas.
- Disensiones.
- Herejías.
- Envidias.
- Homicidios.
- Borracheras.
- Orgías…
«… y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales les amonesto, como ya se lo he dicho antes, que quienes practican tales cosas no heredarán el reino de Dios». (Gálatas 5:19-21).
Así que, comprendiendo sin prejuicios estas cosas a la luz de la Escritura, nos daremos cuenta también que de igual forma sucede con los otros deseos de la carne, nos daremos cuenta por ejemplo, que el borracho no tiene un «espíritu de borrachera», que no es víctima de un ser externo que lo «empuja» a beber.
Lo mismo sucede con la persona egoísta, pleitista, con el envidioso, con el que causa enemistades, con el contencioso, con el que mantiene odio, discordias y celos, con el que dice herejías, con el hechicero, con el orgulloso, con el soberbio, etc.
No es que tengan un «espíritu diabólico», no. Es que le dan rienda suelta a sus deseos carnales. Debemos creerle a Jesús cuando nos dice que todas esas cosas se producen en el corazón del hombre y no afuera (Marcos 7:20-23).
Dios nos ayude para ser transparentes con estas cosas y así poder ayudar de la manera correcta a quienes necesitan ayuda y desean ser ayudados.
La voluntad de cada individuo de salir del pecado, del vicio, es de vital importancia para su pronta recuperación.
Diciéndoles que tienen «demonios» con nombres, no les ayudará a nada a ellos, pues les hará creer que son víctimas y que no son responsables de sus actos, y por ende, no dejarán su mal actuar.
La gente necesita arrepentirse, no ser liberadas de demonios que no existen. Por enseñar que los pecados son demonios, es que las personas ahora piensan que necesitan liberación y no arrepentimiento.
Cuando Jesús comenzó su ministerio, su primer mandamiento fue: «cambien su forma de pensar», «renueven su mente», «reconsideren su camino» (Marcos 1:14-15). Lo que significa que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de sí mismo de tratar cada día de ser mejor.
Gracias por leer, deseándote como siempre:
"Que la Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y del señor Jesús el Cristo, hijo del Padre, estén con ustedes en verdad y en amor" (2 Juan 1:3).