Hola que tal, estimados lectores, en esta ocasión quiero compartir con ustedes una pequeña enseñanza con una de las frases dichas por Juan el Bautista, hoy entenderemos su verdadero significado.
Leamos a continuación nuestro texto principal en esta ocasión:
Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado (Juan 1:26-27).
Este pasaje es un claro ejemplo de cómo una expresión puede ser comprendida sólo si se la sitúa en su contexto cultural, o dicho de otra manera, también es un claro ejemplo de cómo una expresión se puede distorsionar y llegar a creer que dice algo que en realidad jamás quiso decir el autor, esto por darle una mala aplicación, fuera de su contexto.
Lamentablemente, las expresiones que más han distorsionado la mayoría de personas, son las palabras de nuestro señor Jesús y le han dado otra connotación, todo por no situarlas en el contexto cultural. Bien dijo Jesús: «Y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí» (Lucas 7:23).
Volviendo a nuestro texto en cuestión, Juan anuncia la llegada de Jesús como aquél del cual él no es digno de desatar la correa de la sandalia.
En nuestra cultura occidental esta expresión la podríamos entender como un acto de de humildad por parte de Juan el Bautista. De hecho, en la congregación que presido, antes de darles este tema, les hice la pregunta acerca de ¿qué entendían ellos al leer esa expresión? Y las respuestas fueron esas: «Humildad de Juan» otros dijeron que: «Juan reconocía la autoridad de Jesús». En resumen, la mayoría pensaba que era una expresión de humildad y reverencia de Juan y hasta ahí nomas.
En realidad, el contenido de la frase es mucho más profundo y enriquecedor, tiene un significado que va más allá de un acto de solo humildad en Juan.
Para comprenderlo mejor, nos es necesario como siempre, leer la Biblia en su mundo y no en el nuestro.
La frase de desatar la correa de la sandalia pertenece a las normas jurídicas que regulaban el matrimonio hebreo, y se refieren a la ley del Levirato (del latín levir, «hermano del marido»), es literalmente el matrimonio con el cuñado, más concretamente con el hermano del marido difunto.
Con dicho término se denominaba a la costumbre o ley que contempla el matrimonio entre una viuda, cuyo marido ha muerto sin tener descendencia, y un hermano de ese hombre. El hermano toma como esposa a la viuda con la intención de engendrar hijos, el mayor de los cuales, al menos, será considerado descendiente del fallecido, de manera que el nombre del marido perdure tras su muerte:
«Cuando hermanos habitaren juntos, y muriere alguno de ellos, y no tuviere hijo, la mujer del muerto no se casará fuera con hombre extraño; su cuñado se llegará a ella, y la tomará por su mujer, y hará con ella parentesco. Y el primogénito que ella diere a luz sucederá en el nombre de su hermano muerto, para que el nombre de este no sea borrado de Israel» (Deuteronomio 25:5-6).
Como pueden leer, cuando una mujer se quedaba viuda sin haber tenido hijos, el cuñado tenía la obligación de fecundarla y el niño nacido de esta unión debería llevar el nombre del marido difunto.
Si por cualquier razón el cuñado se negaba a tomar a su cuñada por mujer, el pariente jurídicamente más próximo, adquiría el derecho de dejar embarazada a la viuda mediante la ceremonia llamada del descalce, que consistía en quitar la sandalia del pie del que tenía el derecho a hacerlo:
«Luego dijo al pariente: Noemí, que ha vuelto del campo de Moab, vende una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec. Y yo decidí hacértelo saber, y decirte que la compres en presencia de los que están aquí sentados, y de los ancianos de mi pueblo. Si tú quieres redimir, redime; y si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa; porque no hay otro que redima sino tú, y yo después de ti. Y él respondió: Yo redimiré. Entonces replicó Booz: El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión. Y respondió el pariente: No puedo redimir para mí, no sea que dañe mi heredad. Redime tú, usando de mi derecho, porque yo no podré redimir. Había ya desde hacía tiempo esta costumbre en Israel tocante a la redención y al contrato, que para la confirmación de cualquier negocio, el uno se quitaba el zapato y lo daba a su compañero; y esto servía de testimonio en Israel. Entonces el pariente dijo a Booz: Tómalo tú. Y se quitó el zapato. Y Booz dijo a los ancianos y a todo el pueblo: Vosotros sois testigos hoy, de que he adquirido de mano de Noemí todo lo que fue de Elimelec, y todo lo que fue de Quelión y de Mahlón. Y que también tomo por mi mujer a Rut la moabita, mujer de Mahlón, para restaurar el nombre del difunto sobre su heredad, para que el nombre del muerto no se borre de entre sus hermanos y de la puerta de su lugar. Vosotros sois testigos hoy» (Rut 4:3-10).
Ustedes se preguntaran ¿Y qué tiene que ver todo eso con la expresión de Juan el Bautista? Pues tiene mucho que ver, y ya les explico.
El Antiguo Testamento considera a Israel como la esposa del Señor (Isaías 54:5-6; 62:5; Jeremías 2:2; Oseas 2:19-20).
Después de haber conocido ese contexto cultural hebreo, podemos entender que la expresión usada por Juan el Bautista, se inserta en la simbología hebrea de la relación matrimonial entre Dios (esposo) e Israel (esposa).
Juan, de quien el pueblo creía que era el Mesías esperado, afirma categóricamente que él no es el Cristo:
«Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo» (Juan 1:19-20).
Con la expresión: «yo no soy digno de desatar la correa del calzado» Juan estaba afirmando no solamente que él no era el Cristo, sino que además afirma que tampoco era digno de tomar el lugar del Mesías al quitarle la correa del calzado, Juan afirma que el derecho de casarse y fecundar a Israel no le pertenece a él; él no es el esposo, sino Jesús:
«Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (Juan 3:28-30).
Una vez más Juan dice: «Yo no soy el novio, soy el amigo del novio y me gozo grandemente de escuchar la voz del novio: Jesús».
Bien mis apreciados lectores, ahora ya saben que la expresión de Juan el Bautista va más allá de solo humildad, tiene un significado más enriquecedor y procede de la cultura de ese pueblo: «Yo no soy el que se va a casar con el Israel , yo no soy el elegido y ni siquiera soy digno de quitar la correa del calzado del esposo para tomar yo el lugar de él.
Por eso, es bueno leer y estudiar la Biblia en su mundo, bajo su cultura y su contexto. Teniendo este conocimiento, podemos entender mejor porque en el Nuevo Testamento esta idea se aplica a la relación entre Cristo y la iglesia (2 Corintios 11:2; Efesios 5:23-32; Apocalipsis 19:7-8).
Que quede claro que en el Nuevo Testamento, la iglesia (esposa) que se casará con Cristo, no es una iglesia gentil, como la mayoría de asistentes a las iglesias creen, me es necesario hacer está aclaración, porque la mayoría tienen este concepto, donde para ellos la iglesia es una cosa e Israel otra.
En realidad, el Israel de Dios o la Iglesia de Dios son tanto judíos como gentiles que creen que Jesús es el Cristo, recuerden que la iglesia primitiva inició con 120 judíos, no con gentiles, nosotros fuimos injertados después por medio de la fe en y de Jesús, para que en Cristo Jesús de dos pueblos sean solo uno: El Israel de Dios (Efesios 2:12-19; Gálatas 6:16).
Esperando como siempre esta enseñanza sea de bendición a tu vida cristiana, si tienes alguna duda, pregunta o quisieras aprender más, puedes contactarte con nosotros a través de este sitio o bien, a través de nuestras plataformas sociales.
«Gracia y paz les sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro señor Jesús» (2 Pedro 1:2).