Es un gusto poder compartir con todos ustedes, estimado lectores, un estudio muy importante acerca del Dios de la Biblia.
La respuesta de Dios al mal en el mundo, fue iniciar una amistad con un hombre concreto y su familia. El Dios de la Biblia se le reveló al patriarca Abraham se le apareció como el Dios Omnipotente (Éxodo 6:3).
Abraham engendró a Isaac, e Isaac a Jacob; mediante esta relación personal, continuada en los hijos de Abraham, lo que vino a ser después el pueblo de Israel pudo conocer al Dios verdadero.
Estos patriarcas creyeron y mantuvieron su fe en el Dios Omnipotente, confiando en la promesa que le había hecho al patriarca Abraham: Heredar el mundo (Romanos 4:13).
De Jacob, nacieron los doce patriarcas, entre ellos José, el cual fue vendido por sus hermanos como esclavo por envidia. José llega a Egipto, Dios le da gracia con Faraón y lo pone por gobernador de Egipto. Luego José manda a llamar a su padre y entra Jacob a Egipto con toda su familia, setenta personas en total (Génesis 46:27).
Según lo que Dios había hablado a Abraham, sucede que Israel crece, se multiplica y se vuelven esclavos de Egipto por cuatrocientos años (Génesis 15:13-14).
Acercándose el tiempo del cumplimiento de la promesa de Dios hecha a Abraham, de liberar al pueblo de la esclavitud, el Dios omnipotente se le revela al hebreo Moisés en el monte Sinaí y por primera vez el Dios le revela su nombre a Moisés: «Yo soy el que soy». (YHVH), tiene que ver con la palabra hebrea que significa: «él es o él da existencia». La expresión puede significar: «Yo soy el que realmente existe por sí mismo». (Éxodo 3:14-16; 6:4).
Moisés se presenta en Egipto al pueblo hebreo y les da la noticia de que el Dios de sus padres el Dios de Abraham, Isaac y Jacob se le apareció y lo comisionó para liberarlos de la esclavitud de Egipto.
Pasado un tiempo, Dios saca con gran poder al pueblo de Israel de Egipto, y les promete llevarlos a la tierra prometida. En el camino Dios les da mandamientos, estatutos y decretos a Moisés para que los comparta al pueblo, entre los mandamientos, Dios les da el primero y más importante de todos los mandamientos: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas». (Deuteronomio 6:4-5).
Después de darle estos mandamientos, entre ellos el más importante de todos, a Israel se le ordena guardar y repetir en todo momento a sus hijos esas palabras:
«Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas». (Deuteronomio 6:6-9).
A lo largo de la historia del antiguo pueblo hebreo, Dios les enseña que él es una sola persona, que no hay Dios como él ni fuera de él, que solo él hizo la tierra y extendió los cielos sin ayuda de nadie. (Deuteronomio 32:39; 1 Samuel 2:2; 2 Samuel 7:22; 1 Crónicas 17:20; Isaías 44:6-8,24; 45:5; 46:9).
Israel pasó miles de años creyendo, conservando y enseñando la fe monoteísta a sus descendientes, heredada de sus antepasados, abrazaron ese mandato divino de generación en generación.
Para el tiempo que Jesús viene a la existencia, habían escribas y fariseos, maestros de la Escritura y uno de ellos, para tentar a Jesús le preguntó: «De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante? Jesús le responde citando, suscribiéndose y confirmando ese primero y más importante de todos los mandamientos:
«El primero y más importante de todos los mandamientos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es». (Marcos 12:28-33).
Es decir, que para Jesús, eso no cambió en ningún momento, Jesús no vino a traernos una nueva «revelación» de la identidad de Dios; sino todo lo contrario, él como todo judío, se alineó a la definición de Dios.
Jesús abraza el primero y más importante de todos los mandamientos y demuestra así que él tiene su Dios también, al decir: «nuestro Dios uno es».
En Juan 17:3 Jesús nos enseña que la vida eterna se obtiene conociendo al único Dios verdadero y a Jesús el Cristo a quien ese único Dios verdadero comisionó. Jesús una vez más deja claro que él no es el único Dios verdadero y que él no pertenece tampoco a ese único Dios verdadero, sino que se excluye de la definición del único Dios verdadero.
El apóstol Pablo, seguidor de Jesús, maestro a los gentiles convertidos al cristianismo, también confirma y enseña a los seguidores de Jesús el Cristo la fe monoteísta del antiguo pueblo hebreo: «Para nosotros los cristianos, no hay más que un solo Dios: El Padre.» (1 Corintios 8:6). Esto quiere decir que para los primeros cristianos eso no cambió en ningún momento.
Pasaron alrededor de cuatro siglos después de Jesús y los apóstoles, para que hombres perversos y corruptos de entendimiento, que no se conformaron con las sanas palabras de nuestro señor Jesús el Cristo. (1 Timoteo 6:3-5), hicieran un desastre teológico e hicieran pasar al único Dios verdadero que es una sola persona, en una «esencia» que se sustenta en «tres personas», y cada persona es una «hipóstasis» de esa misma esencia inmaterial.
A Jesús, el hijo humano de Dios también se le empezaron a dar otros nombres, con los cuales no se le conocía antes, como por ejemplo: «Dios el hijo», «segunda persona», «Dios en la carne», etc. Esos títulos jamás usted los encontrará en la Biblia.
Luego también al espíritu de Dios, se le empezó a llamar diferente, y se le incluyó en el combo llamado «Trinidad», y de ser el poder de Dios, la presencia de Dios misma, se le empezó a llamar: «la tercera persona de la Trinidad».
Los dogmas creados por la religión católica en su origen, entre el siglo IV y V, conocidos en su conjunto hoy en día como la doctrina de la Trinidad, la cual fue elaborada entre los años:
- 325 d. C. Nicea.
- 381 d. C. Constantinopla.
- 431 d. C. Éfeso.
- 451 d. C. Calcedonia.
Después de Jesús, los apóstoles y el Nuevo Testamento. En cada uno de ellos fueron deformando la definición del único Dios verdadero, haciendo a un lado las enseñanzas de Jesús y formando a un «dios trino» del que jamás habla la Biblia ni jamás conoció antes el pueblo hebreo.
Algo que debemos tener bien claro, es que la Biblia es un libro hebreo, un libro sobre la fe del antiguo pueblo de Israel, fue al pueblo de Israel al que Dios se les reveló, al que le dio su nombre y les confío la Escritura. Es interesante notar que por miles de años, de generación en generación el pueblo de Israel guardó la fe monoteísta en el único Dios verdadero, y en unos años estas personas no judías e influenciadas por las costumbres Grecorromanas hicieron a través de Concilios uno de los desastres religiosos más crueles con la definición de Dios.
Han hecho a un lado por completo la definición que Jesús dio de su Dios y Padre. (Marcos 12:29), Jesús no está siendo escuchado en las iglesias que en su nombre se congregan y dicen seguirlo.
Cuando Jesús les pregunta a sus discípulos «¿Quién dicen ustedes que soy yo?». Pedro le responde: «Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente». (Mateo 16:16), y Jesús le responde: «Bienaventurado eres Pedro, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos». (Mateo 16:17). Jesús no corrigió a Pedro, ni le dijo: «Yo soy Dios hecho carne», sino que le acepta su respuesta y le dice que había sido Dios mismo quien le había dado esa revelación a Pedro.
En otra ocasión, Pedro confirma lo que él creía acerca de Jesús: «Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente». (Juan 6:69).
Lo más lamentable es que, hasta el día de hoy la mayoría de las personas que profesan fe le han creído a los concilios post bíblicos y no a lo que el mismo Dios dijo ni a lo que dijo su amado hijo Jesús.
La mayoría creen en un Dios que no es el Dios de la Biblia, pues el Dios de la Biblia dice páginas tras páginas que él es una sola persona, no tres en uno, Dios es un ser único, no es una sustancia que subsiste en tres personas, sino es un solo ser: El Padre del hombre Jesús. (Marcos 12:29; Juan 17:3).
Bien dijo el apóstol Pablo: para nosotros (los cristianos), no hay más que un solo Dios: El Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un señor Cristo: Jesús, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él. Pero no en todos hay este conocimiento. (1 Corintios 8:6-7).
El Dios de la Biblia dice:
- «Porque Dios soy y no hombre». (Oseas 11:9; Números 23:19).
- «Mi naturaleza no cambia». (Malaquías 3:6; Salmos 102:27).
- «Yo soy Dios, el creador de todas las cosas, yo hice solo el cielo y la tierra sin ayuda de nadie». (Isaías 44:24).
- «Yo soy el único Dios inmortal». (1 Timoteo 1:17; 6:16; Romanos 1:23).
El Jesús de la Biblia dice:
- «Yo soy el hijo de Dios». (Juan 10:36).
- «El Padre es mayor que yo». (Juan 14:28).
- «Yo no hago nada por mi mismo, sino que hago lo que el Padre me enseña». (Juan 8:28-29; 12:49-50).
- «Yo tengo a mi Dios y Padre». (Juan 20:17).
- «Yo soy un hombre». (Juan 8:40).
- «Estuve muerto pero ahora vivo». (Apocalipsis 1:18; 2:8).
- «Ya estando en el cielo, yo sigo teniendo a mi Dios». (Apocalipsis 3:12).
¿Nos cuesta creer las sencillas palabras de Dios y de nuestro maestro Jesús? La fe de Abraham, es la misma fe que le heredó al antiguo pueblo hebreo, y es la misma fe de Jesús. No basta con creerle a Jesús, es necesario también tener la fe de Jesús.
Mi deseo es que la gente investigue por su cuenta, que se tomen en serio su fe, que estudien sin prejuicios la Biblia, que la lean y la crean, para que de verdad puedan conocer al Dios de la Biblia y no al Dios de las religiones.
Recuerden que creerle a Jesús es creerle a Dios, porque Dios nos dijo: «este es mi hijo amado, a él escúchenlo». (Lucas 9:35).
Si este estudio fue de edificación para usted, comparta con otros, para que sean edificados también.
"Sea con ustedes gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y del señor Jesús el Mesías, hijo del Padre, en verdad y en amor" (2 Juan 1:3).